martes, octubre 19

Santos: De Colombia para el mundo.

El dìa 7 de agosto de 2010, durante las horas de la mañana.
Si de ideologías se trata, se identifica con la Tercera vía. Escribe con la mano izquierda y con la derecha puntualiza lo que va diciendo. No es ambidiestro pero tiene la capacidad de trabajar a dos manos, de forma paralela va marcando los lineamientos de lo que será el presente y el futuro de los colombianos.

Muestra de lo anterior es que mientras el país entero terminaba de salir de la extenuante campaña presidencial, a tan sólo 58 días de su elección, sin descanso, Santos daba inicio a una gira internacional que incluyo tres continentes. Su equipo de gobierno mientras tanto se iba preparando en el empalme local. Abarca desde los detalles pequeños hasta la toma de las grandes decisiones, pero su estilo se asemeja al de los Jefes de Estado de los sistemas parlamentarios, donde su agenda personal está marcada principalmente por los temas macro.

El día de su posesión, por ejemplo, como lo indica el mandato constitucional, debía asumir a partir de las tres de la tarde el cambio de mando. Sin embargo, lejos del protocolo y la agenda oficial, unas horas antes se posesionó de forma "simbólica" por los "mamos", líderes espirituales, de la madre tierra. Su familia y sus seres queridos estuvieron con él, descalzo y con mochila arhuaca, acompañándolo en la Sierra Nevada de Santa Marta, a 169 metros sobre el nivel del mar y 900 kilómetros de distancia de la capital del país.
Esta ceremonia lejos de tener las implicaciones legales de una posesión presidencial, tenía en lo espiritual, guardando las proporciones, un significado más importante. Y es que con los designios del más allá no se juega. No deja nada al azar.

Durante su posesión el 7 de agosto de 2010.
 Pero más allá de las formas, sin haber cumplido los 100 primeros días de gobierno, hay algo en el Presidente Juan Manuel Santos Calderón, que desde ya nos revela cuál será el tono de su gobierno.

Hace un par de semanas, durante su intervención ante la sesión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, habló por primera vez ante los cerca de 192 Estados miembros que actualmente hacen parte de esta organización. Allí anunció, entre muchas otras cosas, su deseo de que Colombia entrara a hacer parte del exclusivo circulo del Consejo de Seguridad de este organismo. Dieciocho días después, su deseo se cumplió en una votación mayoritaria y sin precedentes. Colombia se abría espacio en tan selecto grupo de la comunidad internacional.

Es probable que en el afán de los urgentes el discurso de Santos en la Asamblea haya pasado como decimos en Colombia de ”agache”, muy bajo perfil, pero es insistente en cada una de las intervenciones. Desde la “baja” del “Mono Jojoy”, uno de los hombres más sanguinarios en la historia de Colombia, hasta en la más reciente presentación de un libro sobre el papel de Barack Obama, en las Américas, lo sigue reforzando.

Santos ratificó su compromiso con los cerca los 45 millones de colombianos y le recordó al mundo que hacer parte de las Naciones Unidas, aunque parezca un “saludo a la bandera”, debe ser una institución que dé y sea la plataforma para obtener resultados concretos.

A diferencia de discursos anteriores, esta no fue una rendición de deberes para buscar el visto bueno del profesor. Santos se concentró en destacar la importancia del mantenimiento de la paz, no sólo en Colombia sino también en la región. Paz sí, pero de la mano de la Constitución. Este no fue el discurso de un país víctima sino un país fortalecido por las enseñanzas que para bien y para mal deja la experiencia de la violencia, el combatir a la guerrilla con más años en el mundo, la preparación militar, la inteligencia, el entrenamiento de tropa y dicho sea de paso, pese a la irregularidad del conflicto, el respeto por los derechos humanos. Este fue el discurso de un país crecido ante la adversidad.

Sumado a la seguridad, y este tema sí que es reiterativo en la mayoría de sus presentaciones, la biodiversidad estuvo presente. Esta vez no con el listado trillado de la riqueza que brilla pero que al final no es oro y que a propósito del bicentenario se salvó de la conquista española, sino del gran potencial ecológico de la región, desde luego bajo el amparo de los protocolos medioambientales vigentes y cuyos terrenos  para invertir no han sido lo suficientemente promovidos.

Finalmente, la economía. Seguridad, biodiversidad e inversión. Sí, inversión, América Latina como parte de la solución. Por un lado como potencial de inversión para Asía y por el otro lado, ante la crisis económica mundial, ejemplo para Europa, particularmente para España, que como diría un gran amigo, “pasó de ser el país del milagro económico a vivir de milagro”. Inversión en todos los aspectos.

Y por último, un punto que sumado al anterior parecería casual pero no lo es. Cada uno de los discursos ha sido pronunciado para o desde el exterior. Un país que desde los tiempos de Andrés Pastrana no había vuelto a abrirse al mundo. Básicamente es como pasar de darle la espalda al sol a proyectarse con sus rayos.


* A John Look por leal.

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