miércoles, septiembre 8

Especial para la Revista Cromos

Veinte días antes de su asesinato por las Farc el gobernador de Antioquia realizó unos dibujos que le regaló al sargento Heriberto Aranguren, quien terminó siendo uno de los sobrevivientes del fallido rescate. El suboficial cuenta la realidad que hay detrás de estas ingenuas acuarelas de Guillermo Gaviria.
No se me olvida el día que llegaron los doctores Guillermo Gaviria y Gilberto Echeverry. Mis compañeros y yo, los 11 militares que estábamos secuestrados, nos enteramos por la radio de que las Farc los había secuestrado, y al otro día la guerrilla sacó un comunicado donde decían que ellos pasaban a formar parte de la lista de los canjeables, pero nosotros no sabíamos que los iban a llevar con nosotros.
El encuentro con el gobernador Guillermo Gaviria y don Gilberto Echeverry fue muy emotivo. Nadie sabe lo que significa encontrarse con otras personas cuando uno está secuestrado. Yo sé que ellos se impresionaron al vernos. Ellos me contaron que cuando nos vieron en el cambuche no entendían quiénes éramos. Me acuerdo que todavía no habían llegado hasta nuestro lado cuando nos preguntaron: '¿Oigan, muchachos, y ustedes quiénes son?'. Nosotros les contamos que éramos militares secuestrados y que algunos llevábamos más de cinco años en el monte. En ese momento el gobernador no dijo nada. Sólo se le aguaron los ojos. Don Gilberto también lloró. Y nos fundimos todos en un solo abrazo. La llegada de los doctores cambió totalmente el secuestro. Se creó una amistad y nuestra vida empezó a girar en torno a ellos. Si había que ingeniarse una mesa o unas bancas para que ellos estuvieran cómodos, se las construíamos. Nos turnábamos los cubiertos porque la loza no alcanzaba. Pero los doctores también estaban pendientes de nosotros. En las bancas que nosotros les construimos, ahí mismo el doctor Echeverri nos dio clase de ética y de historia del país. Y el gobernador nos daba clases de inglés, historia política y, luego, se ponía a dibujar.
Le gustaba dibujar. Al principio sólo pintaba con lápiz, pero seis meses después del secuestro de los doctores, como en noviembre y antes de grabar un video de supervivencia para las familias y pedirle al Gobierno un intercambio humanitario, el guerrillero 'El Paisa', nos dio papel para escribirles cartas a nuestros seres queridos. Nos entregó unas medicinas y unos radios. Y al gobernador le entregó unas acuarelas que le había mandado doña Yolanda Pinto, su esposa. Me acuerdo que grabamos y tan pronto como fue transmitido nos restringió todo. Hasta la comida escaseó.


Eso era peor cuando nos cambiaban de sitio. Yo creo que él dibujó más de un cambuche, porque durante los once meses que estuvimos con los doctores nos llevaron a diferentes lugares. Pero estos dibujos son del último campamento, 20 días antes de que lo mataran, porque no se me olvida que la tarde se la pasó dibujando y sólo alzaba la cara como para asegurarse de lo que veía. Pintó la manera como los guerrilleros construían los cambuches y los materiales de los que estaban hechos, todo lo sacaban de la selva. También la fibra esa, muy dura, que sacaban de un árbol, y que en las acuarelas son esas cosas rosadas en los palos. Generalmente los guerrilleros se encargaban de construir la estructura de los cambuches, que es lo que narran los dibujos, y nosotros siempre hacíamos las camas: unos camarotes hechos de palma de macana, esas son las varas entrecruzadas que se ven. Nunca le pregunté por qué, pero el gobernador casi siempre botaba sus dibujos y hacía otros nuevos. Un día yo le pedí que me los regalara. Y así fue como yo me pude quedar con esos tres. Para mí son un recuerdo muy especial. Durante mis cuatro años de cautiverio más los once meses que pasé junto al gobernador y don Gilberto, pude conservar un diario y ahí entre sus páginas, doblados, guarde los dibujos. En esos dibujos aparece una guerrillera, de las pocas mujeres que había entre los setenta guerrilleros, de a cinco por cada secuestrado, que nos custodiaban. Don Guillermo dibujó la guerrillera varias veces, pero un día ya no la volvimos a ver. A ella la mataron porque era muy buena gente con nosotros.
El día del rescate fue un día normal. Ese día nos desayunamos a las seis de la mañana, como todos los días, después recibimos las clases de inglés y las otras que don Gilberto y don Guillermo nos enseñaban. Como a las once de la mañana, sentimos los helicópteros. Nos ordenaron alistarnos. Cada uno preparó su morral con lo que tenía a la mano. Luego, unos 10 guerrilleros entraron al cambuche. Pensamos que era para recogernos y emprender la huida. Pero no. Entraron disparando a quemarropa.



Cuando sonó el primer tiro yo me tiré al piso y escuché a mis compañeros gritando. El gobernador fue el primero en pedir que no nos mataran. Salió corriendo y un guerrillero le disparo de frente y terminó con una ráfaga de tiros al resto de nosotros. Durante el rafagazo alcancé a recibir dos tiros en la cabeza. Los guerrilleros salieron corriendo y después escuché a 'El paisa' decir que nos remataran. Y ahí fue cuando empezaron a dar los tiros de gracia en la cabeza. A mí me lo dieron en la pierna, pensaban que ya estaba muerto. Y así me salvé.




A los veinte minutos llegó el ejército. Me acuerdo de un soldado que entró al cambuche y tan pronto como vio los muertos se puso a llorar. Yo, que estaba medio vivo, le dije que más bien llamara a un enfermero para que nos curaran a los heridos. Eso es todo. El resto es historia".

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